22 octubre 2012
LO UNIVERSAL, según El Capi.
Dios está por encima de todas las limitaciones y vemos que aun dándole nombres diferentes reencontramos, por el sistema de ciencia iniciática, el mismo valor.
Asimismo, la Teología no es el estudio de Dios visto únicamente por los investigadores griegos o por todos aquellos que descienden de su cultura, sino que hay una teología cristiana, judía, hindú, etc.…Mucho mejor aún, la Teología es justamente el estudio de las cosas divinas según los diversos puntos de vista.
Lo mismo para la Teosofía, que no es exclusividad de los hebreos, ya que la Sabiduría de Dios (“Sophía” = Sabiduría) no es el gaje de los pueblos occidentales u orientales, sino que se halla, una vez más, fuera de todas las limitaciones.
Así, DIOS, es bien pues lo Universal y no hay un dios cristiano, un dios indio, un dios hindú…No existe más que UN SOLO Dios, pues aun a través de diferentes nombres se ve que es el mismo y esto es posible comprenderlo no solamente por medio de la Fe, sino también por medio de la Razón, y este pequeño análisis viene a demostrarlo.
Evidentemente, al decir “Dios” se debe agregar si EL está Manifestado, o aún si EL está en su atributo de: “Padre”, de “Hijo” o de “Espíritu Santo” para los cristianos; de “Brahma”, de “Vishnú” o de “Shiva” para los hindúes; o en el de “El Aquil”, “El Aqlu” o “El Maqul” para los musulmanes… Es necesario regresar a los términos precisos ya que antes del Dios- Manifestado, el Creador, existe el Dios-No-Manifestado, justamente Aquel a quien se aplica mejor el verdadero nombre de Dios, que es el Imperecedero como dicen los Hindúes; es aquel que está completo y que para aquellos que no quieren nombrarlo se califica como “Absoluto”.
Es el Brahma-Nirguna, y también ese famoso término sobre el cual regresamos siempre, el vocablo hebraico “Ain-Soph”, el Sin Límites. Es el “Non Ens”, el “No-Ser”, y sobre todo no decir “non Est” = no es…En fin, está simbolizado por la fórmula: n/∞=0 El Absoluto se manifestará de inmediato en 3 atributos: Vida- Forma- Pensamiento. Teológicamente, es el Dios Supremo (Principio Inteligente pero Inconsciente, el No-Manifestado) que se manifiesta en Dios Creador (principio de vida), en Prolongador o Sustentador (Cristo, Avatar, Mesías, Buda, etc.) y en Conciencia Universal (espíritu Idealizado de masa). Es del Absoluto que emanan los atributos de las diversas religiones, llamados “divinidades”, de diversas naturalezas pero siempre limitadas.
En fin, el Absoluto es aquello que es ANTES de que Dios haya “pensado” o se haya “manifestado” de cualquier manera que sea. Las religiones no están emparentadas solamente por la similitud de sus trilogías, sino aun por paralelos mitológicos muy marcados. Sea en las civilizaciones de América Antigua, en las culturas de Asia o en los hogares Judíos, se encuentra, por ejemplo, la misma idea de un Héroe, Dios-Hombre, nacido de una Virgen y futuro Mesías (llamado Cristo, Buda…etc., según los lugares); tendría un Padre adoptivo a quien, mucho más aún, se le cita a menudo como siendo obrero de la madera. Es inútil insistir sobre los símbolos: todos esos “Enviados” harán milagros, tendrán discípulos y deberán morir “crucificados”. Es cierto que todo ello esconde cada vez emblemas ocultos y “llaves” iniciáticas.
Digamos todavía de paso que Vishnú, por ejemplo, era llamado “Narayana” que quiere decir “Aquel que camina sobre las aguas”… y así, es muy raro encontrar más de 1.200 años después, el mismo simbolismo en Jesús el Nazareno. VISHNU es también el alimento (ANNAM) de la Humanidad, el “pan de la vida” como se ha dicho más tarde de Jesús. Citemos además el “Acwattha”, ese Árbol del Conocimiento (del Bien y del Mal) de la Mitología Hindú, que da ciertamente nacimiento a la leyenda cristiana de Adán seducido por Eva bajo el manzano en el paraíso terrestre… Es cierto que ya los Hebreos enseñaban la Santa Qabbalah teniendo como base el emblema del Árbol Sefirótico.
En la mitología persa, Adapa, hijo del Dios Ea, rehusa el alimento de la “Vida” y la bebida de la inmortalidad que le ofrece Anu, ya que según los consejos de su Padre esos serían los alimentos de la muerte… En fin, una vez más, se siente muy bien que se trata siempre de “Ideas- Llaves” así como de “Palabras-Llaves”. Los Hindúes dirían: de los “bijas”, que son las raíces, los gérmenes, las simientes, en cierta manera la base de las palabras, el alma de los términos.
El Ahura- Mazda que es la esencia de la palabra según el Avesta, es muy bien la raíz sagrada, el valor esotérico, el sentido especial para cada grado de penetración del texto, lo cual es también válido para el Zohar, el Bardo-Thodol, la Biblia, etc. Así, el Ahura Vairya es una fórmula del Zoroastrismo, equivalente al “Pater” de los cristianos, según el texto original de la plegaria sacerdotal retomada por San Juan en el capítulo XVII de su Evangelio, a estudiarse completo del versículo 1 al 26.
INTERESANTÍSIMO BLOG DE UN GRAN INVESTIGADOR
EL CAPI, VIBRACIÓN PARA TU DESPERTAR
02 octubre 2012
26 junio 2012
27 abril 2012
Poema: TRAVESIA, de Isabel Mendoza Limones
"Ciudad Encantada" Pintura de M. Rey Piulestán 2011
Casas arriba,
puertas abajo.
Escalones perdidos,
recuerdos diarios.
Son puentes y unen,
ciudades de paso,
arroyos que nutren
vientos de lazos.
Sol templado
toquecillo de tulipán,
de rojo amanece
corriente de rayo.
Séptimo día,
abre la tarde
de tierno embalaje
cubre la noche.
Antenas decoran
la vista de alguien
ventanas abiertas
ruidos a la calle.
21 abril 2012
20 abril 2012
19 abril 2012
05 abril 2012
“El mercado del arte se vanagloria de lo secundario”
ENTREVISTA: ISIDORO VALCÁRCEL MEDINA “El mercado del arte se vanagloria de lo secundario”
Vestido con una clásica capa española negra con forro de terciopelo de un rojo encendido —el único detalle llamativo en una persona que se caracteriza por su sobriedad casi ascética—, Isidoro Valcárcel Medina (Murcia, 1937) contempla casi con incredulidad la instalación con la que presenta su nuevo trabajo. Le ha llevado cerca de tres años de una disciplina estoica escribir cada una de las seis mil páginas de Ilimit, un proyecto editado ahora en nueve tomos de lujo por Ivory Press. Los volúmenes se exhibieron para su presentación sobre unas mesas, protegidos bajo urnas, a su alrededor unas modestas sillas con los papeles descuidadamente apilados que le sirvieron de borrador para este trabajo, con sus anotaciones en bolígrafo, correcciones, líneas iluminadas con rotuladores de color, sobres de plástico y pósit. La nueva obra de Isidoro Valcárcel Medina tiene esas dos caras. “Ha sido un trabajo muy extenso y laborioso, aunque parezca muy simple. Y gratuito…”, afirma con una risa pequeña.
Artista conceptual, premio Nacional de Artes Plásticas en 2007, singular, coherente, insobornable, Valcárcel Medina ha ideado otra mefistofélica estrategia para sacudir al espectador. Para intrigarlo. Para él siempre ha sido más importante el proceso que el resultado final y en esta ocasión no es distinto. “Una prueba de eso es que en esta exposición la mitad está dedicada al proceso, a la elaboración. Es una cantidad de papel enorme que está puesta ahí porque tiene un valor muy grande. El objeto final es lo que se presenta, pero yo también quiero que se vea lo otro”.
Formado como arquitecto y también en bellas artes, Valcárcel Medina ha preferido vivir siempre de las reformas en edificios y viviendas, no del arte. Pesan más las ciencias. “Para mí las medidas o los números son como el tiempo, ineludibles. Eso lo respetamos por necesidad. La denominación de los objetos es más prescindible. Este libro son seis mil páginas, le des las vueltas que quieras. ¿Manifestarlo es una perogrullada? Pues bienvenida sea la perogrullada. Yo lo que quería es decir lo que estás viendo”. Minutos después matiza: “Yo no soy de letras, pero lo que más me gustan son las letras”.
Sus trabajos señalan con frecuencia lo obvio, lo evidente. Pero al hacerlo consigue una pequeña transformación de la idea, de la mirada. Una definición o una descripción, como la de un diccionario, puede ser precisa pero árida. “Una metáfora aporta un conocimiento nuevo. El campo de la creatividad no está delimitado en ciencias y letras. Un carpintero para hacer una mesa tiene que saber de ciencias y de letras. Este libro tiene millones de letras que se refieren a números”.
Por un lado, Valcárcel no es muy amigo de retrospectivas, de reconstrucción de sus obras o acciones, de mirar hacia atrás en su trabajo. Por otro, lo que le fascinan son los archivos. “¿Qué no es archivo?”, exclama. “Lo que me molesta es el culto al archivo en exclusiva. Me fastidia que se transmita la idea de que se puede ser solo archivo. Detesto el fetichismo del archivo. Si se piensa en todo lo que ha ocurrido en el devenir del hombre respecto a determinado aspecto, eso sí me interesa muchísimo. Si es el culto a esa recopilación, no”.
“Lo que yo quiero transmitir es que una habitación llena de papeles con contenido sobre un tema que yo desconozco y que me lanzo sobre ellos como un desesperado para investigarlos, deja de importarme como archivo. Me interesa como conocimiento. Si hago un trabajo con él y me dicen, pásalo a limpio. Pues eso no me atrae. Me parece una pérdida de tiempo. Si como consecuencia de eso sale una obra única, inmediatamente yo digo que no. Esta obra es gracias al proceso anterior. ¿Qué es lo que hace el mundo del arte? Solo te presenta el fruto masticado para que entre en el circuito. Y yo detesto eso profundamente”.
Valcárcel Medina es como un detective del arte, le interesa esclarecer un caso. No el juicio o la condena. “Me importa reducir al máximo la materialidad. Que puede ser oral, por ejemplo. Un discurso demasiado prolongado puede ser insoportable para mí. Sin embargo, si consigo comprimirlo lo suficiente sí me vale. La gratuidad de la expresión, que en el arte se da mucho”, subraya.
El discurso se ha convertido en una parte del objeto en el arte conceptual. “Cuando hablas con un artista e inmediatamente empieza a contarte su obra, es un agobio. Prefiero llegar y enfrentarme directamente con ella yo mismo. Hay mucha futilidad, muchas cosas superpuestas. Y, qué duda cabe, la crítica ha contribuido mucho a esa situación. También el mercado del arte que se vanagloria de lo secundario”.
En el origen del arte conceptual se tendía al no-objetualismo, a lo efímero, a lo inasible, precisamente para escapar al mercado del arte. Valcárcel Medina ha preferido no guardar documentación de sus trabajos, acciones o exposiciones. ¿Se ha convertido el conceptualismo en aquello que denunciaba? “El arte conceptual empezó de forma muy idealista, como muchos movimientos. La preponderancia de la idea sobre el objeto. Llega un momento en que se quiere expresar solo la idea y de eso se ha abusado y se sigue abusando, como todo aquello que cae en manos generalistas. Es decir, que se pone de moda. ¿En qué momento está ahora? Ahora hay una degradación bestial del conceptualismo, pero a la vez hay obras conceptuales grandiosas. No soy ni pesimista ni optimista. Creo que podemos seguir expresándonos, transmitiendo ideas desprovistas de su materialidad, aunque la tengan. O mejor dicho, que la materialidad transmita ideas pero también creo que eso está en decadencia absoluta. ¿Es que no puede haber un pintor ahora? Claro que sí, pero tiene que estar tan por encima de la tradición pictórica, tanto que no somos capaces de imaginarlo. Estamos a la espera del pintor de nuestro tiempo. Lo mismo con el conceptualismo. Esperemos y agarrémonos a los pocos casos salvables”.
Participó en los históricos Encuentros de Pamplona, en 1972. Entre sus trabajos y acciones anteriores figuran la serie de proyectos utópicosArquitectura prematura (entre ellas Museo de la ruina, Cárcel del pueblo, La torre suicida, La casa del paro) o Motores (1973) que es el registro sonoro de un motor de coche durante un largo trayecto. Su nuevo trabajo, Ilimit, es un libro-objeto. Algo que encaja muy bien con obras anteriores como El libro transparente (1970), 2.000 historias de cosas sucedidas (2001) y Topología hermenéutica o bien hermenéutica topológica (2005).
“Ilimit es una palabra que no existe, aunque lo parece”, explica. “Tiene esa pretensión lingüística. Parto de la idea de que en nuestro idioma hay poquísimas palabras terminadas en it. Yo no he encontrado más que seis: superávit, déficit, bit, zenit, accésit e íncipit —lo que se dice de las primeras palabras de los libros clásicos—. Íncipit es el principio, ilimites el final. Y además no existe. Es una preocupación por la lengua que permanece oculta bajo los números”, dice. “Para mí los libros son la raíz, una raíz que crece. Por eso me interesaba hacer un objeto contundente. Decir, todavía… un libro. Me interesaba esa magnitud objetual teniendo, como he tenido, la preocupación porque el objeto no primara. Y además decir: te lees este libro y no aprendes nada. Esa ironía me gusta muchísimo”.
Una inutilidad de doble filo. “Como contenido, es prescindible. Como objeto también. Entonces ¿para qué? Se ha hecho precisamente para tener esta reflexión. Y tenemos la esperanza de que transmita algo”, dice sonriendo. “Luego hay otro factor más, la belleza. Hay gente que lo ha visto y se ha quedado entusiasmada por el grafismo, las comparaciones de los caracteres en los idiomas. Algo casual porque yo los he elegido por azar. Pero el fruto de la autenticidad es bonito siempre, ¿no? Me gustaría que eso que está en las sillas —que a mí me parece lo más plástico del mundo— pudiera meterse dentro de cada tomo de estos. Es su terreno de pruebas, su borrador. En fin, cuando algo es auténtico —y estos números lo son— es bello a continuación, como derivado inevitable”. Un instante de silencio y concluye: “Me ha transmitido la verdad y además es bello”.
Isidoro Valcárcel Medina. Ilimit. Galería Ivory Press. Espacio Libros de Artista. Comandante Zorita, 48. Madrid.
Vestido con una clásica capa española negra con forro de terciopelo de un rojo encendido —el único detalle llamativo en una persona que se caracteriza por su sobriedad casi ascética—, Isidoro Valcárcel Medina (Murcia, 1937) contempla casi con incredulidad la instalación con la que presenta su nuevo trabajo. Le ha llevado cerca de tres años de una disciplina estoica escribir cada una de las seis mil páginas de Ilimit, un proyecto editado ahora en nueve tomos de lujo por Ivory Press. Los volúmenes se exhibieron para su presentación sobre unas mesas, protegidos bajo urnas, a su alrededor unas modestas sillas con los papeles descuidadamente apilados que le sirvieron de borrador para este trabajo, con sus anotaciones en bolígrafo, correcciones, líneas iluminadas con rotuladores de color, sobres de plástico y pósit. La nueva obra de Isidoro Valcárcel Medina tiene esas dos caras. “Ha sido un trabajo muy extenso y laborioso, aunque parezca muy simple. Y gratuito…”, afirma con una risa pequeña.
Artista conceptual, premio Nacional de Artes Plásticas en 2007, singular, coherente, insobornable, Valcárcel Medina ha ideado otra mefistofélica estrategia para sacudir al espectador. Para intrigarlo. Para él siempre ha sido más importante el proceso que el resultado final y en esta ocasión no es distinto. “Una prueba de eso es que en esta exposición la mitad está dedicada al proceso, a la elaboración. Es una cantidad de papel enorme que está puesta ahí porque tiene un valor muy grande. El objeto final es lo que se presenta, pero yo también quiero que se vea lo otro”.
Formado como arquitecto y también en bellas artes, Valcárcel Medina ha preferido vivir siempre de las reformas en edificios y viviendas, no del arte. Pesan más las ciencias. “Para mí las medidas o los números son como el tiempo, ineludibles. Eso lo respetamos por necesidad. La denominación de los objetos es más prescindible. Este libro son seis mil páginas, le des las vueltas que quieras. ¿Manifestarlo es una perogrullada? Pues bienvenida sea la perogrullada. Yo lo que quería es decir lo que estás viendo”. Minutos después matiza: “Yo no soy de letras, pero lo que más me gustan son las letras”.
Sus trabajos señalan con frecuencia lo obvio, lo evidente. Pero al hacerlo consigue una pequeña transformación de la idea, de la mirada. Una definición o una descripción, como la de un diccionario, puede ser precisa pero árida. “Una metáfora aporta un conocimiento nuevo. El campo de la creatividad no está delimitado en ciencias y letras. Un carpintero para hacer una mesa tiene que saber de ciencias y de letras. Este libro tiene millones de letras que se refieren a números”.
Por un lado, Valcárcel no es muy amigo de retrospectivas, de reconstrucción de sus obras o acciones, de mirar hacia atrás en su trabajo. Por otro, lo que le fascinan son los archivos. “¿Qué no es archivo?”, exclama. “Lo que me molesta es el culto al archivo en exclusiva. Me fastidia que se transmita la idea de que se puede ser solo archivo. Detesto el fetichismo del archivo. Si se piensa en todo lo que ha ocurrido en el devenir del hombre respecto a determinado aspecto, eso sí me interesa muchísimo. Si es el culto a esa recopilación, no”.
“Lo que yo quiero transmitir es que una habitación llena de papeles con contenido sobre un tema que yo desconozco y que me lanzo sobre ellos como un desesperado para investigarlos, deja de importarme como archivo. Me interesa como conocimiento. Si hago un trabajo con él y me dicen, pásalo a limpio. Pues eso no me atrae. Me parece una pérdida de tiempo. Si como consecuencia de eso sale una obra única, inmediatamente yo digo que no. Esta obra es gracias al proceso anterior. ¿Qué es lo que hace el mundo del arte? Solo te presenta el fruto masticado para que entre en el circuito. Y yo detesto eso profundamente”.
Valcárcel Medina es como un detective del arte, le interesa esclarecer un caso. No el juicio o la condena. “Me importa reducir al máximo la materialidad. Que puede ser oral, por ejemplo. Un discurso demasiado prolongado puede ser insoportable para mí. Sin embargo, si consigo comprimirlo lo suficiente sí me vale. La gratuidad de la expresión, que en el arte se da mucho”, subraya.
El discurso se ha convertido en una parte del objeto en el arte conceptual. “Cuando hablas con un artista e inmediatamente empieza a contarte su obra, es un agobio. Prefiero llegar y enfrentarme directamente con ella yo mismo. Hay mucha futilidad, muchas cosas superpuestas. Y, qué duda cabe, la crítica ha contribuido mucho a esa situación. También el mercado del arte que se vanagloria de lo secundario”.
En el origen del arte conceptual se tendía al no-objetualismo, a lo efímero, a lo inasible, precisamente para escapar al mercado del arte. Valcárcel Medina ha preferido no guardar documentación de sus trabajos, acciones o exposiciones. ¿Se ha convertido el conceptualismo en aquello que denunciaba? “El arte conceptual empezó de forma muy idealista, como muchos movimientos. La preponderancia de la idea sobre el objeto. Llega un momento en que se quiere expresar solo la idea y de eso se ha abusado y se sigue abusando, como todo aquello que cae en manos generalistas. Es decir, que se pone de moda. ¿En qué momento está ahora? Ahora hay una degradación bestial del conceptualismo, pero a la vez hay obras conceptuales grandiosas. No soy ni pesimista ni optimista. Creo que podemos seguir expresándonos, transmitiendo ideas desprovistas de su materialidad, aunque la tengan. O mejor dicho, que la materialidad transmita ideas pero también creo que eso está en decadencia absoluta. ¿Es que no puede haber un pintor ahora? Claro que sí, pero tiene que estar tan por encima de la tradición pictórica, tanto que no somos capaces de imaginarlo. Estamos a la espera del pintor de nuestro tiempo. Lo mismo con el conceptualismo. Esperemos y agarrémonos a los pocos casos salvables”.
Participó en los históricos Encuentros de Pamplona, en 1972. Entre sus trabajos y acciones anteriores figuran la serie de proyectos utópicosArquitectura prematura (entre ellas Museo de la ruina, Cárcel del pueblo, La torre suicida, La casa del paro) o Motores (1973) que es el registro sonoro de un motor de coche durante un largo trayecto. Su nuevo trabajo, Ilimit, es un libro-objeto. Algo que encaja muy bien con obras anteriores como El libro transparente (1970), 2.000 historias de cosas sucedidas (2001) y Topología hermenéutica o bien hermenéutica topológica (2005).
“Ilimit es una palabra que no existe, aunque lo parece”, explica. “Tiene esa pretensión lingüística. Parto de la idea de que en nuestro idioma hay poquísimas palabras terminadas en it. Yo no he encontrado más que seis: superávit, déficit, bit, zenit, accésit e íncipit —lo que se dice de las primeras palabras de los libros clásicos—. Íncipit es el principio, ilimites el final. Y además no existe. Es una preocupación por la lengua que permanece oculta bajo los números”, dice. “Para mí los libros son la raíz, una raíz que crece. Por eso me interesaba hacer un objeto contundente. Decir, todavía… un libro. Me interesaba esa magnitud objetual teniendo, como he tenido, la preocupación porque el objeto no primara. Y además decir: te lees este libro y no aprendes nada. Esa ironía me gusta muchísimo”.
Una inutilidad de doble filo. “Como contenido, es prescindible. Como objeto también. Entonces ¿para qué? Se ha hecho precisamente para tener esta reflexión. Y tenemos la esperanza de que transmita algo”, dice sonriendo. “Luego hay otro factor más, la belleza. Hay gente que lo ha visto y se ha quedado entusiasmada por el grafismo, las comparaciones de los caracteres en los idiomas. Algo casual porque yo los he elegido por azar. Pero el fruto de la autenticidad es bonito siempre, ¿no? Me gustaría que eso que está en las sillas —que a mí me parece lo más plástico del mundo— pudiera meterse dentro de cada tomo de estos. Es su terreno de pruebas, su borrador. En fin, cuando algo es auténtico —y estos números lo son— es bello a continuación, como derivado inevitable”. Un instante de silencio y concluye: “Me ha transmitido la verdad y además es bello”.
Isidoro Valcárcel Medina. Ilimit. Galería Ivory Press. Espacio Libros de Artista. Comandante Zorita, 48. Madrid.
22 marzo 2012
"La ciencia sagrada" de Sri Yukteswar.
La ciencia sagrada es un libro sobre yoga y cristianismo escrito en 1894 por el hindú Sri Yukteswar (Calcuta, 10 de mayo de 1855 – Puri, 9 de marzo de 1936). En 1894, mientras asistía al Kumbha Mela (reunión de yoguis o ioguis de toda la India que se celebra generalmente cada doce años) en Allahabad, conoció a su param-gurú (maestro de su maestro), llamado Mahavatar Babaji.
Viendo el interés de Yukteswar en la Biblia, Mahavatar Babaji le sugirió que escribiera un libro unificando las creencias de la Biblia cristiana con las del yoga. En esa reunión, Mahavatar Babaji se dirigió varias veces a Yukteswar con el título de swami, que Yukteswar tomó como un reconocimiento a su avance espiritual, y adoptó desde entonces. Ese mismo año (1894) escribió el libro pedido por su paramgurú. Lo llamó Kaivalia Dársanam (‘doctrina única’ o ‘la doctrina de lo mismo’), llamada en inglés The Holy Science.
Fue publicado en EE. UU. por la Self-Realization Fellowship (de su discípulo Yogananda) y en India por Yogoda Satsanga Society of India. Fue publicado por primera vez en español en 1998.
En la introducción, Sri Yukteswar escribió:
El propósito de este libro es mostrar lo más claramente posible que hay una unidad esencial en todas las religiones, que no hay diferencia entre las verdades expuestas por las diversas creencias, que sólo hay un método por el cual el mundo —tanto exterior como interior— ha evolucionado, y que sólo hay una meta, admitida por todas las escrituras.
Yukteswar
Específicamente, Sri Yukteswar muestra la unidad del sanatan dharma (hinduismo) y el cristianismo, mediante la comparación entre ślokas sánscritos y pasajes del Nuevo Testamento(de la Biblia cristiana), especialmente del Apocalipsis.
También expresa en su introducción: «El libro está dividido en cuatro secciones de acuerdo a las cuatro etapas de desarrollo del conocimiento». Las cuatro secciones son:
- El evangelio «…busca establecer la verdad fundamental de la creación, y describir la evolución e involución del mundo».
- La meta: «Todas la criaturas, desde la más alta a la más baja, buscan tres cosas: existencia, conciencia y felicidad».
- El procedimiento: «…trata sobre los métodos para alcanzar estos tres objetivos».
- La revelación: «…discute las revelaciones que llegan a quienes han viajado lejos por estos tres ideales y que su viaje está por llegar a destino».
11 enero 2012
Arte Postmoderno en Sevilla en "WABI SABI shop and gallery".
La vanguardia artística desde una visión global y multidisciplinar, no convencional. Pintura, arte,fotografía, diseño, diseño gráfico, obra gráfica, interiorismo, moda, eventos, escultura, video, instalaciones, performances, happening, cursos, charlas, arte contemporáneo, proyectos personalizados, edición, talleres, una óptica inusual, cosmopolita e innovadora en Sevilla.
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